jueves, 3 de diciembre de 2015

Ocasos inacabados

No se puede borrar una huella del cemento fresco. Sólo se le pueden echar más capas encima. Y aun con todo, seguirás torciéndote el tobillo cada vez que, en un acto de soberbia, trates de pisarla como si levitaras de vuelta a casa.
Creyéndonos ingenieros de caminos no lograremos llegar lejos, hace falta que nuestros pies sangren para descubrir que  se hace camino al andar.

Andaremos tanto como piedras queden por romper. Desahuciaremos sueños hasta que no haya hueco para pensar.
Y esque, en ocasiones, el silencio se pone a chillar. Y arremete contra todo lo que las consciencias no son capaces de crear. Otras, se materializa en forma de caprichos a latigazos de rutina.

Menos mal que llevo la cuenta de más noches sin dormir por los chillidos de las que paso remansada curando las heridas de mi espalda.

Menos mal que todavía existen puestas de sol de madrugada.

Menos mal que aun se necesita repetir las cosas que quedaron dichas por tantos otros.




miércoles, 2 de diciembre de 2015

Desencuentros

Esas ganas de llorar a contraluz, que no se disuelven con las notas de tu voz truncada…
Son esos detalles los que nos hacen darnos cuenta de que no, no es tan sencillo fingir, hay que tener arte hasta para eso. Entonces, todo el mundo parece haber nacido artista, porque no hacen más que fingir que siguen no un camino, sino una autopista. Una autopista sí, de las de cinco carriles por cada sentido, en la que están tan bien trazadas las líneas blancas del suelo, que a nadie se le ocurre cruzarla en diagonal, ¡no vaya a ser que la pintura se malgaste!
Mientras otros, nos estancamos, agobiados por el vaivén de tantas faldas agitadas y los ruidos incesantes de unos tacones que han aprendido a caminar sin dueño. Aun así, dicen: queremos cambiar. Yo me limito a levitar. Y si la ansiedad no me deja trabajar, que corran mis venas por el mar. 

Pero los tiempos no están ahí para escucharte, sino para modificarte.
Siempre a tientas de reloj, siempre dependiendo del nunca, siempre abalanzándonos sobre lo que podría pasar… Es curioso, como quién más ganas tiene de viajar, más se corta las alas.

Sin embargo resulta que, no SIEMPRE se aparece tan fácil lidiar con el mundo.
Comprendí, hace muchas páginas ya, que lo bueno dura poco y que no se puede diluir la imagen de las flores que crecieron donde ahora sólo hay tierra con sal.
La locura no es una opción cuando te abandona la razón; es la fuente de inspiración que rescata las ideas que están a punto de hundirse en un mar de gasoil amenazado por la llama de la prisa.

¿Y ahora quién soy? Quizás seáis vosotros quienes ansiéis más la respuesta.
No tengo ninguna propuesta. 

Juzgad. Juzgad .Sólo juzgando lo que juzguen de lo juzgado sobre lo que juzgan los jueces de lo que juzgáis, encontraréis un lugar. Y la justicia se desvanece antes de que termine de pronunciar su nombre.

¿Acaso la vida tiene otro sentido que pasárnosla hablando de la muerte?


domingo, 29 de noviembre de 2015

Descomponiendo

Tengo casi dos días de música.
Un cuentagotas de palabras vacías.
El cenicero lleno y algo de sangre entre alcohol.

Veo el reflejo de la luna estamparse contra el cristal
de una ventana destartalada de tanto temblar.

Mis poemas ya no quieren rimar.
Declarada la guerra, ya no hay pacto bilateral.

Y mis rojos se desvanecen hasta posarse en mis ojos ,
y así destruir a pestañas las balas que perdí por ti.

Pero no apures, que aún no ha habido ser
que de esta montaña rusa me haya visto caer.


No me duelen los círculos trazados a mano alzada
ni los poros de una piel desgastada, me pesa en el alma
que se rindan las palabras creyendo que el mejor incendio es el silencio,
creyendo que ya no queda tiempo para inundar el universo de dudas.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Girando en plano

Ya hemos pasado por esto, la decepción nos ha lijado un centenar de veces con su furia, y a pesar de ello, no lograremos detener a la 101. Masas de carne que aparentan sentir lo que contradicen al sacar su lengua a pasear por los confines de un mundo mutilado. Tratamos de tender puentes sobre ríos secos, creyendo que nunca se apagará el sol. Antes de presionar una tecla, sabemos que el punto le pondrá fin al espacio.

Ya hemos pasado por esto.
Ya lo hemos hecho.
Y ahora volvemos a hacerlo.

No somos nada

Vuelve a no ser casualidad que aparezca como primera opción la canción que predica el silencio que se ha hecho entre tú y yo. Ninguno de los dos fuimos víctimas. Despuntamos con la fuerza de un ciclón nuestros cuchillos y los lanzamos al aire con el impulso de los truenos de las tormentas de octubre, ahora bajan a buscarnos. Poco o nada que reprocharles. Palabras que pierden su sentido antes de que rocen sus filos. Nadie vence a la furia del viento, a la indiferencia del tiempo, ni a la muerte súbita de un recuerdo. De igual manera que de amor no se muere, que en todo caso se muere de asco.

Asco. Asco y más asco ronda por todas las esquinas del ocaso. Si nos nos encontramos por el bar, ya me encargaré de soñar. Soñar que no nos cortan las alas antes de despegar, y sentir entre ronquidos que no formamos parte de eso que llaman humanidad. Aquí las personas nos matamos por trozos de metal adornados con la cara de cualquier general. Lo único que somos a los ojos de quienes no quieren mirar es el dinero que nos queda. Pero el sueño permanente como estado de vida queda prohibido, por eso invertimos en siestas de medio litro. 

viernes, 13 de noviembre de 2015

Almas de cemento

La maldición que echamos sobre un número resulta tan irracional como gastar una vida en entender el porqué de la muerte sin que sea ella quien primero te encuentre.

Qué bello sería este paseo si permaneciéramos mudos, sordos y ciegos a las llamas que las flechas nos disparan apuntando directamente a la sinrazón en cada azotea, al tratar de volar sin considerar que hemos de hacer el viento soplar. Sólo queda añorar cuando se siente tan de cerca la libertad. Como una roca sobre mi conciencia se desploma el mundo que creo al andar.

Quizás de tanto pintar pájaros azules sobre aceras que no devuelven el canto del llanto de sus lágrimas se nos olvidó lo seco que está el cemento que pisamos.
Quizás el "quizás" se ha marchitado en demasiados de los ojos que leen unas páginas que no lo han nombrado ni una sola vez, y nuestras almas estén condenadas, innatamente, a la inocencia de desprenderse cuando se hieren con su propio hierro ardiente.

No por llover menos la hiedra deja de crecer. Con casas en ruinas y manos desgarradas por el atropello del reloj, se oyen a lo lejos los murmuros de los que llevan días descansando bajo una cruz de hierro al amparo del Sol de invierno.

Ni rojos ni negros eran sus pesares, mas de colores se tiñeron hasta lograr acabar con su vida dentro de un disfraz. ¿Todavía permanecen los charcos frente al hogar?

Jamás podré olvidar todo lo que me queda por conocer.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Tempestades

Niños. En la etapa más primitiva. Niños. Vestidos con adornos de animales que nos recuerdan que en fondo somos lo que valemos, porque este sistema no tiene otro fondo. Pozos que acumulamos la pobreza sin más fondo que el hueco que nos deja. Veleros sin viento que se estancan en la costa antes de que los marineros puedan despedirse de sus esposas. Somos los que hacemos levantar el viento sin lograr cambiar ni siquiera el color de la mirada. Aquéllos que se despiertan con ideas y se acuestan suicidándolas. Pasión. Ardiendo a contrarreloj bajo una rutina impetuosa que se nos clava como el veneno de la araña al sonar el despertador. 


Si fuera hoja, si fuera como dice la canción “palmera plantada enfrente del mar sin pensar en respirar si quiera”, o si “viviera como animal”, no podría escribir mis pensamientos, porque quizás ni siquiera los tendría. Hoy quiero salir a pelear, ya hubo tiempo para llorar. A pesar de que haya cambiado las paredes por otras, siguen siendo la misma soga que me ahoga. Vamos a vibrar como copas de champán al chocar.

Las emociones son tan fugaces como el producto del champán que se nos queda en el recuerdo, por eso suben y bajan como sus burbujas. Sí, si hablamos sin rodeos con la mirada puesta en el hueco que nos sobra entre pecho y espalda, (cosa complicada), diremos a la vez que no somos seres conformistas. Cuando conseguimos algo, cueste lo que nos haya costado, siempre, siempre, y siempre, buscaremos algo que en apariencia sea mejor a lo que ya suponemos tener bajo nuestra trampa. ¡Que los errores, que vivan todos ellos! Porque nos hacen mejores. Si se aprendiera de las buenas experiencias no estaríamos de vuelta al pasado. 

Que sólo somos lo que nunca hemos buscado. 

A veces minas enterradas esperando ser pisadas, y otras, atacantes de primera línea que se dejarían atravesar por los argumentos de cualquier soldado antes que demostrar que están en contra de la guerra. En ambos casos salimos perdiendo, perdiéndonos. 

Un punto entre tantas estrellas, entre miles de millones de constelaciones que ni siquiera se han dibujado ellas, que las han pintado otros con la cola de su fama. Quizás no han sido sus pasos sino sus zapatos los que las han llevado a ganarse un pedazo de aire. Y yo, sigo aquí, con los ojos más rojos que nadie. Hoy el alma se lava con lija. Con la lija de la realidad más cruda, con esa que sólo provoca roña donde antes había heridas. Ni cicatrizar ni tapar, hay que sacar las heridas a relucir, que sino, salen solas, porque siempre salen, y encuentran el idóneo camino para hacerlo; el único posible.

No hemos nacido para vender nuestra imaginación, hemos nacido para que nos la despedacen. Sentirse diferente cuesta tan caro, que de vez en cuando conviene recordar que todos lo somos.

viernes, 16 de octubre de 2015

Pellizcos al ayer

Y si vuelves no hará falta que te diga que me sobran recuerdos en los que aspirábamos humo juntos, que no se me han olvidado, sólo hace falta que le quites un poco de cal a esta pared que se ha formado a mi alrededor para contarte entre cañas que me gustó. Que si sonrería era de verdad, y cuando dejé de hacerlo también. No guardo tragos amargos, simplemente lecciones de vida, de supervivencia mejor dicho. De esas en las que las decisiones se toman solas, porque de hecho, ya estaban tomadas. Qué fácil es echar la vista atrás cuando conviene... Y qué difícil cumplir con lo que se piensa.

Ahora que aprieta el frío reconozco que sabía que llegaría la hora en que, con las piernas cruzadas, se pasearían por mis interiores las brumas de tu persona. Quizás he estado esperándolo, y al final ha llegado más tarde que pronto. Hay ocasiones en que, mientras todo pestañeo apunta hacia el mismo lado nosotros perseguimos el viento que se mueve en la dirección opuesta, y otras en que, cuando el huracán ya ha pasado, decidimos avivarlo a llamaradas de letras, que esconden ideas que esconden suspiros que camuflan lo dicho y lo que no se dijo, que a su vez dibuja sobre un lienzo de aire aquella mañana por la que deshicimos el resto de noches que no sabíamos que aun nos quedaban.

Pero el compás del tiempo no avisa. Nos pisa con prisa cuando nos detenemos y no nos deja avanzar al tratar de chocar.
Y la traición no crece en los recuerdos, sólo nosotros somos nuestros propios prisioneros. Prisioneros de la fe que eleva barrotes donde nadie los ve, prisioneros de andar buscando constante y desesperadamente un porqué, prisioneros de lo que se fue y de lo que no conocemos que no va a volver, prisioneros de una vieja amiga que siempre anda un paso por delante de nuestras expectativas a la que le solemos hablar en sueños, cuando nuestra boca está cerrada y nuestros mundos abiertos. La esperanza.

En este estercolero perfumado lleno de una clase de borregos que se empeñan en seguir puntos que no llevan a unirse ni siquiera entre ellos, somos nosotros quienes pintamos formas sobre las estrellas, quienes fabulamos a nuestro antojo con ellas, los mismos que abren puertas en lugares donde no hay bisagras puestas.

Pistola y flor. Según nos convenga cambiamos de olor.

Por eso, aunque me reconforte no sentirlo, puedo reconocer tu aroma en mi registro.

martes, 29 de septiembre de 2015

Disparando al espejo



Vanidad, orgullo y silencio.
Son las huellas que va dejando la indiferencia sobre nuestras almas. 
El rencor no es para mí. Tampoco el perdón. 
Sé lo que un día fui, y a pesar de que jamás volvería allí, no reniego de lo que aprendí. 
Los latidos de mis sueños entre la euforia de esta matanza son los que me impulsan a no seguir un hilo de razón. La soledad nunca estuvo de más y le abro las sábanas para que siempre que quiera pueda acostarse a mi lado. El rumbo se derrumba cuando mis pestañas retumban hacia el infinito. Que no existe, que sí, tampoco existe la esperanza, la ilusión ni la libertad, y aun así seguimos muriendo por ellas al intentar encontrarlas. No podemos reprimir las ganas de volar dentro de un jarrón de cristal. Lo rompemos, y sangramos antes de notar el dolor. Después sufrimos. Intentamos curar con saliva las heridas que nosotros mismos nos hemos provocado. Y es que la ironía trágica es  la esencia de esta vida. 



sábado, 26 de septiembre de 2015

Luna de sangre

Cuando intentas ser mejor de lo que has sido es porque has encontrado ese motivo del que siempre habías huído. No me lo tengas en cuenta, que por mucho que retumben las montañas de mis entrañas, voy y vengo con el viento, y si no sopla me lo invento.

Soy experta en el suicido de palabras, que de tanto merodear entre mis sesos a veces se aburren y se cuelgan del corazón. Por eso, en vez de latidos, se escuchan sus tumbas. Piedras, al fin y al cabo, que no lograrán contar ni una pizca de todo lo imaginado, pero que les brindan un techo más firme a esas ideas cuando se deja caer la lluvia por estos mundos desalmados que el papel en el que las abandono.  

Puntos y aparte que no separan historias; significados que se pierden al tratar de descifrar los. Barro que vemos como oro cuando dos puntos se unen uno encima del otro. "Seres de carne y verso". Ventanas abiertas con sus persianas bajadas.
¿Sabes desde qué momento te da miedo la luz del sol? Yo no.

Que si la luna me apunta con su fusil, yo me desespero por buscar el punto exacto donde se le ocurra disparar, no vaya a ser que reboten sus balas contra algo más frágil que mi piel y pierda la oportunidad de seguir nadando en mares de ácido.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Velada incierta

Somos marionetas de la incertidumbre que se mueven al compás de unos latidos llenos de ilusiones. Se nos salen las ganas por todos los poros. Se nos marca el ansia en la miarada, imaginando que cada persona que pasa es aquella que esperamos.

Los sentimientos no paran de dar patadas a esta caja fuerte donde un día les obligamos a permanecer entre desgarro y polvo, y nosotros empujamos, empujamos, sólo hacemos que empujar aun sabiendo que acrecentamos su rabia. Quizás en el fondo queramos que nos invadan el aire que respiramos, y necesitemos embriagárnos con ellos. Quizás el destino siga siendo tan caprichoso como siempre, y nos ponga en la punta del acantilado a empapar la piel de sal sin  llegar a mojarnos cuando apriete el sol. Y solamente quizás saquemos a pasear nuestras armas una vez más contra las alturas, y caigamos al agua provocando un tsunami con el peso de nuestra locura.

Que no hay más loco que quien se arriesga, ni más necio que el que cree ser piedra por haber visto a su alrededor unas cuantas rocas. No tendremos escudero ni un rocín por corcel, pero nos sobrarán sinsentidos para hacer camino y canciones donde refugiarnos cuando aceche el frío.

sábado, 8 de agosto de 2015

Cuestión de cuestiones

¿Y al final qué es la vida? Si de tanto desgastar nuestras piernas hemos vendido al amor para invertir en una libertad incierta, si nunca la damos seriamente por perdida antes de conocer que la muerte es su amiga. Si vamos regalando versos sin ton ni son a llantos y despedidas sin que nos lo hayan pedido, si al final resulta que sólo somos caritativos con nosotros mismos.
Si lo escribimos todo entre signos de interrogación sin pasar a la acción. Creo que si hubiera algo que realmente nos apasionara descubrir, ya lo deberíamos de haber hecho, sino, somos indignos de la curiosidad.

martes, 4 de agosto de 2015

Alfileres

Por fin ha llegado el momento de empezar a desquitarnos de la porcelana que protegía la bubuja que la emoción nos hizo crear en medio de un campo de cactus, y de pintarnos de negro para salir a cazar luciérnagas. Ya tocaba respirar el humo de los coches a bocajarro y escuchar los truenos deseando estar allá arriba para deslumbrar antes que ellos.

Ahora nos toca ser la llama que prenda cualquier excusa para encajar entre las cuatro patas de cama ajena después de la penúltima copa de más. No pensar en el qué pasará, sino hacer que ocurra lo que vaya a ocurrir. Dejarse llevar. Revolucionar los motores y follárnoslos en en preciso instante antes de que exploten. Hacerse notar. Fingir saber hacia donde va la gente, para ir a contracorriente, y así, distinguir nuestras huellas sobre el cemento, y hacer cambiar las direcciones, sin prejuicios, puro instinto animal.

Ha vuelto el momento de retomar la tormenta. Gritar al compás de la piedra que cae sobre el tejado que nunca se ha estado tan muerto como hoy, y que a pesar de eso, el barro en los tobillos ni me molesta ni me ha impedido continuar.
Saldaré mis deudas con la lluvia y le rendiré a sus pies todos los amaneceres que me pida, le susurraré que he venido a expurgarme del disfraz que llevé puesto durante el tiempo en que dejó de darme miedo.

Daremos oportunidades a los perfumes más insospechables. Los animales en cautividad, si se liberan, no saben por dónde comenzar a matar. Menos mal que, aunque me pintaran entre rejas, nunca me dejé capturar, y antes de estar en libertad ya había cogido impulso suficiente para clavar mis dientes sin mirar atrás.

Untar con soberbia las ganas de más y mezclarlas con la avaricia de echar de menos, para luego, convocar a una orgía benéfica a los espíritus más despiadados del subsuelo, y que se asusten de todo lo que hemos hecho. Aquí ya no hay polvos mágicos para olvidar, cada uno se tiene que elaborar su autodestrucción.

Pero hasta que deje de latir este corazón... Seamos sensatos y no desperciciemos ni una partícula de alcohol, ni una serenata a la madrugada, ni un desconocido por almohada.




lunes, 27 de julio de 2015

Números rojos

Fuimos rosas robadas del jardín de las pesadillas, las aspas de una cruz que sólo se unen en el epicentro del dolor para después continuar su trayectoria hasta el próximo punto.


Lo supe desde el principio, supe que éramos rosas. Que nacimos y moriríamos, aunque el mayor suplicio fuera contener estas repentinas ganas de morir a medida que más nos adentramos en la vida. Supe que nada de lo que estábamos haciendo caería en el olvido, y que eso nos convertiría en ejemplares de polvo encerrados en una vitrina, unos ejemplares respetables.


Supe que la cara negra del día nos invadiría, que tarde o temprano, nuestro afán por derrotar al sueño mientras los demás dormían, nos despertaría a gritos  en pleno mediodía. Que las sábanas enmudecerían. Que las almohadas se cansarían de moverse, infartadas por el frenético tambor de nuestras pestañas.
Que el mundo, en conclusión, nos cobraría comisión. Una comisión tan alta como la proporción de emociones expulsadas por litro de aire. También supe que, los bancos saldrían perdiendo simplemente intentando calcularla, y que sería el destino quien nos haría abonarla.






domingo, 26 de julio de 2015

Despeñando imaginables

Podría lanzar un suspiro al aire por cada cosa que pensé y no dije, o beber a carcajadas de la ironía que me pone en bandeja la vida. Podría venderme al sarcasmo y que mi cara apareciera en un barato diccionario de gasolinera junto al éxito del verano pasado. Son tantos los destellos que se desvanecen antes de que parpadeémos... Y eso, es justamente lo que los hace sumamente bellos.


No sé si el sitio al que me dirijo es mejor del que vengo, tampoco conozco si los ojos que ahora mismo se pasean por sus calles me llegarán a mirar en alguna ocasión, ni si encontraré aquéllos que pretendo buscar con el pretexto de que en su día me hicieron soñar. Quizás el reencuentro sea la peor opción para un final. Desconozco por completo la dirección de mis puntos y comas, me han demostrado en demasiados momentos que, no importa dónde los coloque, ellos sólo se dejan ver en el lugar al que quieren corresponder, y eso, me basta.


Si el caminar del humo por mi garganta alguna vez se vuelve mudo y ya no rasca, encontraré una lija más fuerte que mantenga mis signos vitales constantes. Una vez enterrado el dolor, sólo cabe esperar el suicidio de la inspiración.
He aprendido a convivir con los impulsos de la decepción y la traición, y debo decir que incluso los he hechado de menos cuando me los he quitado de encima para ducharme.


Mirando hacia atrás, no me consuelan aquellas falacias que hablan de la leyenda de una balanza equilibrada, - menos mal.
Mi locura nunca se dejó engañar, y aunque pareciera dormida, sólo estaba engañando a la razón. No somos más que lo que queremos ver, menos de lo que nos dejan ser y todo aquello que no viviremos para que alguien nos lo llegue a reconocer.

viernes, 17 de julio de 2015

Caos calmo

Madrugada incierta, dime tú que llevas aquí más tiempo que yo cómo se logra sobrevivir. Lo que antes era hielo ahora es granito, por mucho que los rayos de sol me abracen aquí dentro no llega el calor. Hoy compruebo bajo tu amargo cielo que la ausencia no es esencia, que se necesita perder alguna parte de uno mismo para sentirla, pero no cualquier parte, una a la que le hayas concedido el poder de dominarte. No somos cielo, no somos tierra; somos agua destilada que se pierde entre las gargantas que nos beben y que se evaporan al son de la vida, sin duda, la mayor canción suicida.

Quizás nuestra mecha haya sido apagada y ahora se debata entre el humo y la humedad de la lágrima que le ha caído encima, quizás nuestra esperanza esté despistada jugando al escondite en otro mundo ajeno al nuestro donde no existan principios ni finales, cárceles ni cementerios. 
Sin embargo, ningún quizás podrá jamás advertirnos de lo que vendrá.


Si a este cuerpo le falta inercia para pulsar la última tecla, si a esta cabeza se la ha escapado corriendo otra tuerca, si no hay satélite que me convenga ni rosas en la puerta, si la inspiración se ha quedado atascada en un cajón y no grita para ser escuchada, si mi piel ya no se eriza al notar la sal de la brisa, si mis ojos ven sin mirar y ya no creen en ningún lugar, si mis pasos tiemblan al saber que no se puede caminar marcha atrás en el tiempo, si el metal parece un fiel caballero al que merece la pena regalarle mi sangre…  No es que mi agua no se evapore, sino que mi corazón ha emprendido de nuevo su rumbo agarrándose a la certeza de que sólo estaba de paso por esta estación vacía, carente de alegría.

domingo, 12 de julio de 2015

Barcos a la deriva

Aun no sé muy bien por qué hemos aguantado este final sostenido durante tanto tiempo, lo que sí he sabido desde que comenzaron a arder nuestros recuerdos en vez de crear unos nuevos es que, acabaríamos anormalmente mal.
Quisimos ser demasiado, más de lo que nuestros caminos separados podrían haber soportado.

Quizás lo habríamos pasado mejor si sólo nos hubiéramos limitado a establecer una buena retirada a tiempo,  sin dejar espacio para el remordimiento, simplemente esperar a que la bomba nos alcanzara después, por separado, y aunque no niego que yo, por mi parte, lo intenté, primero intenté que todo -o algo - fuera bien y también después intenté escribir un punto en este capítulo de mi libro perdido, sin embargo, también sé, aunque no lo quiera ver que, los amantes por muy pasajeros que sean nos ciegamente con sus instantes de placer, y es tan complicado luchar contra la marea de la pasión, ya que por muy fuerte que nades a contracorriente, siempre, siempre, hay una fuerza superior a la tuya que te balancea sobre las olas y te acaba devolviendo a la arena.

Y ahora, pensar con el corazón en un quizás, es tan inútil como lanzar lágrimas al mar e intenrarlas encontrar.



" Y así seguimos, luchando como barcos contra la corriente, atraidos incesantemente hacia el pasado. "



jueves, 9 de julio de 2015

Injustificaciones

He llegado a la conclusión de que tengo muchas dudas y hoy no está la luna para ayudarme a creer que están resueltas en un acto imprudente, por eso, ya no me importa disiparlas, prefiero dejarme llevar y que los soplos del viento me lleven dónde me tengan que dejar.

Soy irracional, soy poco inteligente y la verdad es que cada vez estoy más convencida de que la inteligencia sólo provoca dolor, dolor e impotencia, porque el ser más inteligente de la Tierra debe lidiar con la certeza de saber que lo es, y así pues, sobre él recaerá una enorme carga, y dudo mucho que logre deshacerse de ella, podrá caer en la locura, pero ésta no será más que un amargo disfraz con el que aumentará su pena.

Siento que hoy solo quiero ser una más, una estrella fugaz que se deshiele al compás de este mundo absurdo que nos tira al suelo y luego nos obliga a aprender a caminar para que, explotando nuestros pies cada vez más a medida que crecemos soporten nuestro peso, siempre en aumento,( porque sé que los kilos que pesa un alma no se miden en la balanza) y sentirnos atrapados por la fuerza de la gravedad que nos enseña que a pesar de que a veces caigamos por propia voluntad y no tengamos intención alguna de volver a subir, ella nos impulsará hasta el juego de nuevo.

A veces obtenemos lo que pedimos, otras, nos acojemos a ciertas oportunidades que por algún motivo -siempre lo hay, imaginario o real- se nos aparecen y nos acaban seduciendo. Luego, ya podremos contar que fue una casualidad o una coincidencia, pero si nosotros mismos somos capaces de autoengañarnos al pronunciar esas palabras, es que poco o nada nos ha costado alcanzarlas.

Sin embargo, a este mundo y a la vida en general, nuestras intenciones le dan más bien igual. Puede llegar a ser divertido incluso, el hecho de saber que tendrás que luchar y que cuanto más sentido tenga un sueño para ti, más agujas encontrarás en el camino que traten de rebentarlo, saber que, nunca sabrás dónde acabarás ni desde dónde empiezas. Nosotros mismos constituimos el primer, el ultimo y el más fuerte obstáculo ante nuestros sueños.
Y en el momento en que dejamos de estar en guerra con nuestro interior, se termina la partida.

Aquí no hay reglas más que la mera supervivencia, el resto de leyes, obligaciones o condenas son partículas de polvo que de cerca ahogan como la hiedra. Es por eso que deseamos ser quienes no somos, poder llegar a ideales ficticios, a ser personajes de cuento, porque sólo esos dibujos que nos provocan las más impactantes reacciones a un nivel profundo son los que precisamente se encuentran más alejados de este mundo.

Voy a seguir amando a mis dudas a pesar de sus afiladas espinas, que se me clavan cada día desde la planta de los pies hasta la boca del estómago, y seguiré fiel a mis actos de rebeldía, preguntándome de dónde vienen las preguntas y hacia dónde van, si existe algo de polvo entre las palabras y los hechos, si somos de carne o somos de verso, si sacrificaríamos nuestro tiempo por un beso, si vivimos muriendo o morimos al nacer.

domingo, 14 de junio de 2015

Dardos al cielo

Fuegos artificiales que describen el preciso y precioso instante de inspiración que logra conectar las fuerzas más extrañamente opuestas hasta fusionarlas para después dejarlas caer al suelo, volviendolas a hacer cenizas, y así lograr que se olviden de que se conocieron.

El resumen de una vida lo contiene la chispa más ligera, aquella que pasa de inapercibida por el pirotécnico, la misma que consigue arrasar un campo entero y mantener a un escuadrón de policías haciendo rebotar la culpa entre el motero descuidado que arrojó su colilla a la hierba pero que casualmente cinco minutos antes aparecía sin humo en la foto del radar y el campesino descuidado,  que aunque nvadie lo viese, ese mediodía quemaba rastrojos a tutiplen. ¿Dime, ahora a por quién?

El fuego ni lo creamos ni lo dominamos, simplemente jugamos a ser sus amos. Lo relacionamos con los sentidos más místicos y pasionales porque nos provoca grandes emociones que hacen que nuestros capilares se pongan en marcha. Aún así, resulta bonito. Es curioso como, la belleza puede surgir dentro de las más mísera hipocresía. Desaríamos ser pólvora y estallar al compás del ritmo que nos marca un corazón tuerto, que de tanto chocarse con los sueños muertos, decide empezar a callar. Ser diamante para que ni siquiera el fuego nos erizara la piel. Ser, al fin y al cabo, lo que nunca seremos.




Cada estallido suena más fuerte que el anterior, y sin embargo, no sabría escoger cuál de todos ellos es el que describe cómo se prendió una mecha a la que habíamos arrojado agua, para evitar que brillara. No te angusties si los dejas de oír por unos segundos, a pesar de que parezcan eternos, volverán. Están descansando para la traca final. ¿Los oyes? ¿No cesan en tu cabeza, verdad? Yo también los oigo. Cada uno lo hace a su manera.

¿Y si fuéramos sólo eso; una bola de fuego intentando evaporar a toda costa los litros de agua que llevamos dentro?


La vida no es más que una carrera a contrarreñoj entre opuestos. Y de sus choques, surgimos nosotros.




sábado, 13 de junio de 2015

Pequeña de las dudas infinitas

Resulta curioso el temor al miedo que nos surge a los seres humanos, ese mismo que en los momentos clave de la vida nos hace sentir tan pequeños. Supongo que sin esas sensaciones no podríamos entender la diferencia entre salir a comprar el pan como cada día y enfrentarse a algo realmente importante. Y lo peor, es que de nuevo nos vence la estupidez, ya que sólo pensamos que las catastrofes pueden ocurrir en esos días claves, cuando están ahí todo el tiempo acechándonos, detrás de cada esquina y en cada bocanada de aire que inspiramos (¿O acaso crees que sólo los fumadores mueren al respirar?)  Estamos condenados a la muerte desdel minuto cero en que nuestros pies salen del ombligo de nuestra madre.

Nos falta consciencia, mucha consciencia, porque no seremos eternos, porque quedaremos reducidos a cenizas tarde o temprano, al acabar este viaje por la vida que nos ha tocado vivir, volveremos a empezar.  ¡Pero claro, cómo se me había podido haber pasado por alto durante unos segundos lo egocéntricos que somos! No tenemos la capacidad de ver más allá y de darnos cuenta de todo lo que hay fuera de las paredes de nuestra piel. Sé que es complicado, pero en eso, en complicarnos, también somos unos expertos, ¿así que por qué no intentarlo?

No podría estar más de acuerdo con el gran Nietzsche al afirmar que todo tipo de conocimiento es interesado, sino de qué sabríamos todo lo que hoy sabemos. Sin embargo, aun queda mucho por averiguar; todo aquello que no se quiere que se sepa, eso es lo que marca la diferencia. Reafirmo que, si algo de lo que hoy conocemos no nos hubiera incumbido a nosotros por en medio en algún aspecto, no lo sabríamos, de la misma manera que, lo que más nos incumbencia queda disimulado entre un complejo entramado de entretenimiento a fin de crear seres inhumanos.

Dime si sabes qué pasará dentro de una hora, si conoces exactamente que estarás haciendo de aquí a un año o dos, ¿puedes concretarme que algo de lo que te ha pasado es cierto? Yo no puedo; me declaro humana.

La misma bendita incertidumbre que deja las cosas al azar es la que nos consume por dentro. Sí, dudar se incluye en la lista de requisitios para presentarse como candidato a habitante de este mundo.
Son esas dudas las que nos hacen dislocarnos la cabeza y jugar a lanzarla desde lo más alto del acantilado del delirio, poniendo el corazón atado a una cuerda junto a ella, para que, al caer en el mar de la incertidumbre, nuestra cabeza se hunda por el peso del corazón y no haya espacio para la salvación.

sábado, 10 de enero de 2015

Improviso un lienzo en blanco

Improviso un lienzo en blanco. Yo fui la que no leí las instrucciones antes de venir, simplemente porque tampoco me las dieron, y créeme, sólo se te ocurre buscarlas cuando ya estás aquí. La de la vida es una forma muy peculiar de pensar, tanto, que acaba contigo. 
Suele suceder que solamente seamos capaces de entregar el cien por cien de la pasión que corre por nuestras venas a nuestro contrario, convirtiéndonos así en el único antagonista de este combate diario. Guardando y envainando las espadas que ayer curaban, pero que hoy parten en trocitos las lágrimas de hielo que cortan el sudor frío de unas cenizas apagadas, vamos amando lo que nos envenena. Incapaces de satisfacernos con lo sano, anhelamos un soplo de locura que arroje unos gramos de alegría sobre el triste teatro del cielo. ¿Cómo ocultar el instinto kamikaze que nos define por naturaleza? Por mucho tiempo que se mantenga callado, el silencio no hace el olvido; me faltarán segundos para ir corriendo a depositar mis manos sobre la roca ardiente sólo habiendo inspirado una brisa de humo, sin cruzar una palabra sabré la posición del volcán porque él y yo seremos uno.

viernes, 9 de enero de 2015

12 lápices

Caos en París, la ciudad del amor se ha convertido en la capital de la guerra, y yo, me sigo derritiendo por ver tu sonrisa. Al final acabaré por creerme que el futuro no está en nuestras manos, y que nos dibujan las manos de los políticos para que las sonrisas que hay detrás de los dólares de Walt Disney nos conviertan en marionetas en 3D manipulables a su antojo. 

Hoy todos somos Charlie, hoy cojo un lápiz para escribirle versos rotos a una utópica libertad que no llega. “¡Menudos locos!” “Pobres policías…”, son las palabras que más resuenan estos días. Pero aún peores son los idiotas que piden muerte a los fanáticos de una religión diferente, habiéndose bautizado, comulgado y confirmado por la iglesia, a la misma que le concedieron el don de casarse, como buenos cristianos. 


Me repudia la humanidad con su histérica vanidad de dejarse llevar por las masas. “¡Cuántos más seamos mejor!” Sí, eso dijo Hilter en el Holocausto. ¿Que prefieres leer antes que creer? Pues a la hoguera con tus libros, por el poder de la Santa Inquisición y hágase la voluntad del Señor. Somos nosotros, los perseguidos por el nazismo, que de tanto amar a Palestina la penetramos un poco más cada día. París… París es un soplo de aire fresco comparado con la historia del mundo, pero es  patético tener que seguir hablando del mismo cuento en pleno siglo XXI. El asco que siento es tan grande a la hora de aceptar que la órbita de este planeta ha girado siempre hacia el odio, que me dan ganas de sacarme los ojos. La humanidad seguirá destrozándose mientras siga cayendo en el fanatismo, en el nacionalismo o en el racismo, que al fin y al cabo, son lo mismo. Pero no esperes que el Vaticano se venga abajo; se lavará las manos, como siempre. La roña los pobres que se desvanecen por el lavabo, y el jabón los soldados. Dibujemos el retrato de los doce periodistas muertos con balas de kalashnikovs, Ala nos enseña que con sangre las cosas entran mejor.

jueves, 8 de enero de 2015

Los desgarros de la sospecha

Hoy tomaré un trago de saliva por cada beso que no te daré esta noche, y quizás le ponga algo de entusiasmo con polvos mágicos a alguno de esos tragos para celebrar los besos que tú sí vas a dar a otros labios. No sé de dónde viene esta sensación, pero con sentirla me basta, porque si supiese algo más me mataría la misma incertidumbre que ahora me abrasa. No tengo ni idea de quién será la culpa, ni quién moverá la siguiente ficha hacia delante, porque está claro que el juego ya ha empezado, y si alguna vez parecía que se había parado, era solamente para coger más impulso para la segunda parte. Me tocará perder otra vez. Ya no me lo pregunto, porque sé el final. Me podrás engañar una vez por cada pestañeo, como haces de costumbre, pero el que más se engaña aquí eres tú. Sabes que me iré. No enterraré sueños que han sobrevivido a tsunamis y huracanes por el cavador de huecos orgulloso de ser quien les lanza la arena encima para que jamás puedan volver a sacar la cabeza para respirar. Mi estómago ya está destrozado, así que por un poco más de daño no le va a pasar nada, al contrario, si se rompe habré logrado reventar antes que tú. Sé que no somos parecidos ni en el blanco de los ojos, que mientras yo atrapo las palabras que deja caer la inspiración sobre mis pestañas al verte delante de mí o entre mis brazos, tú planeas cómo respirar y piensas en la dirección que tomará tu nuevo peón. No pretendo quitarte del medio el mundo que gira a tu alrededor, pero comprende que desde los primeros días sentí la misma sensación que hoy. Y aunque tampoco pretenda arrebatarte todo lo sentido, sí quiero que seas mi amigo. En primer lugar, no soy quien para hacerte borrar algo que caló en su momento hasta el interior, y en segundo lugar, yo he sentido también hasta sangrar, por eso no recomiendo bajo ningún concepto olvidar.

Es inevitable pensar que los fantasmas del pasado se pueden convertir en carne y hueso en el giro de cualquier esquina. Porque quizás no son del pasado, quizás aún están estancados en un presente cercano, y aquí, en las calles mojadas de una ciudad que se ilumina por las luces de los pedacitos de corazones marchitos de tanto esperar, no por las de las farolas, no funcionan las gomas de borrar. No creas que eres el primero en esto, por eso creo que ya voy haciendo un currículum lo bastante completo como para que me dejen pasar por las puertas del infierno. No, no te daría la satisfacción de serlo. Eso, no es que se lo merezca pero bueno… así salen las cosas de la vida… Ese honor se lo cedo a alguien de verdad, que no me apetece citar.
No sé si eres la continuación de un capítulo manchado de perdiciones o sí eres el reverso de una página a medio escribir. Pero estás escribiendo sobre mí. Ni siquiera te pediré consideración hacia mí, sé de lo que eres capaz aunque me lo quieras mentir. Expláyate, no habrá pruebas que lo puedan demostrar, que si te salió bien una vez ¿qué más da una más?

Me revienta comportarme así, lo pienso fríamente y debería confiar en ti, pero no lo hago, y no sólo eso, si no que sería capaz de poner una bomba a cien km a tú redonda.
A pesar de no estar hechos de la misma pasta que recubre los sueños, tenemos algo en común; el dolor. Por eso, después de cada punto y seguido, continuo dejándome llevar una vez más, sin saber dónde me dejará la coma de esta frase; si en mitad de la autopista o en un barco a la deriva. Pero ya no me asustan las decisiones suicidas, he aprendido a que me dominen, y ahora sólo sé vivir con ellas como únicas compañeras de viaje, dejándolas ser el copiloto de esta nave que vuela sin gasolina, porque la sangre a veces nos hace llegar más allá de lo que el fuego haya logrado en toda la historia de la combustión llegar.

Me revienta tu actitud. No sé si temblar, sonreír o darte una bofetada en toda la cara al verte. Sí, tienes razón cuando me dices al oído que cada momento es una odisea conmigo, de eso no te puedo culpar pero, odio cuando dejas las cosas pasar. Es como si mientras ignoraras cada una de las oportunidades que pasan a buscarte las matases con tu soberbia, y mil palomas cayeran en picado perdiendo el vuelo por tus ojos sin saberlo. Destrozas los sueños para crear unos nuevos, y te sientes orgulloso de ello. Pero la rueda no deja de girar, siempre en la misma dirección, siempre igual. Sé que por mucho que me plante delante de la rueda y la haga frenar con mi cuerpo, no vas a cambiar. Otra curiosidad del ser humano es la de mantenerse innato eternamente durante lo que la vida dure.  Y eso es aplicable tanto a ti, como a mí, como a las cientos de personas que nos lanzan miradas indiscriminadas mientras caminamos sonriendo por la calle. La gente no cambia. Por mucho ahínco y dedicación que le pongas, caerás de nuevo en tu propio yo, no vale la pena fingir ser alguien diferente, ni ponerte una careta. Es más, por muchas razones que te den para cambiar, o por mucho que te induzcan a hacerlo, deberíamos tener un poco más de amor propio y no permitir que nos tergiversen el único milímetro que nos define.


Me revientas tú, me consumes la inspiración. En momentos de soledad haces que me corra mientras escribo letras sin sentido que me hacen perderme entre el abismo de los impulsos nerviosos que produces en mi cuerpo, al son de ritmos caídos en el combate imaginario del soliloquio de mi impotencia.  Mientras que a tú lado soy Napoleón en Waterloo, Hitler en su búnker de Berlín o Luís XVI decapitado al sol de París. Es por eso que creo en la bipolaridad que viene de serie con cada recién nacido, capaz de recordar el olvido y de amar lo envenenado, de desear lo prohibido y de odiar lo adecuado, y de llorar por un futuro que aún no está inventado. 

Reflexiones de una sonámbula diurna

Lo sepamos o no, lo neguemos o no, seamos conscientes o subconscientes o incluso inocentes creyendo que tras caer por el precipicio se acabarán nuestros males; no somos seres racionales, porque nos cuesta decidir a mares secos. No esperes que una vela bien alzada logre soportar el soplo enfurecido de los vientos que quieren verte caído en altamar, puede darte esa impresión en un suspiro de ilusión y de emoción, en un segundo de valentía, pero no, amigo mío quiero que sepas, si la vida no te lo ha enseñado antes o por si acaso ya no lo recuerdas que, si sigues en pié es para reinventarte. La vida es dolor, cada paso es una aguja directa a tu corazón. No te voy a engañar  si llegados a este punto sospechas haber perdido por el camino más de lo que jamás alcanzarás a recuperar, tus ojos conocen la respuesta. Nadie sabe lo que cuesta curar las heridas que se esconden tras el roce de la brocha helada sobre una piel que arde en pleno corazón, nadie, porque tampoco nadie nunca lo ha logrado.

Sin embargo, por esos giros inesperados que tiene la vida en la que nos ha tocado pasar el rato, de vez en cuando recuperas la maldita esperanza, la misma que te ha hecho intentar recoger con la lengua los pedacitos de alma que se han quedado a tu lado repartidos por el suelo entre unas baldosas de cerámica que antes brillaban y ahora más que nada se esconden entre las grietas que han dejado tus tacones a medio usar. Crecer, crecer  a base de andadas y de ostias bien o mal dadas, pero al fin y al cabo recibidas, y ya que fueran todas en la cara, porque entonces tendríamos suerte de que todo el mundo viera cuánto duele caminar por esta vida sin más salida que la muerte, pero no, las ostias que más duelen son las que se clavan dentro, las que no se ven porque de tanto que pesan se escurren por entre las venas, llegando a paralizar arterías que, si ya de por sí no eran de confianza a la hora de funcionar adecuadamente, ahora ni siquiera se molestan en ponerse en marcha para bombear un corazón intermitente.

Es duro, como el sonido del asfalto rasgando el músculo del pecho al ritmo de un chorro de sangre, puede incluso llegar a resultar cruel, como el llanto de un bebé abandonado en cualquier contenedor, pero hay cosas que ya están decididas antes de nacer. 
No recuerdo si mi destino me presentó alguna vez su tarjeta de bienvenida quitándose el sombrero y dándome su dirección con una sonrisa por si tenía alguna duda, o si fui yo la que, convencida de que mis manos podrían pintar sobre un lienzo en blanco lo comencé a imaginar.
Siempre se me da mejor lo contrario a lo que debo hacer, curiosidades, no casualidades,  del ser humano que no lograré entender.  ¿Acaso hay algo que entender? ¿O somos nosotros quienes creyendo que podemos dominar cualquier pensamiento que se haya creado o que alguna vez haya existido necesitamos comprender?


Nada. En la soledad no hay nada. En el vacío no hay nada. Y nada es lo que sobrevivirá de nosotros cuando se esfume el polvo de nuestras cenizas, ni si quiera el recuerdo es eterno. 

Ardiendo pasiones

Estaba mirando el fuego, observando su belleza que hoy parecía algo pobre, que hoy le hacía sombra mi amargura. Ya no sé si tengo la piel dura o pruebo su flacidez con cada herida. Te he imaginado convertido en ceniza, en polvo nada más, y mis huesos se han caído a la vez. No se ha escuchado ningún estruendo porque se han deshecho antes de chocar contra el suelo para fundirse contigo en el fuego. El dolor es sentir que te vas mientras yo me quedo. 

Café y manta; tú eres mi casa

El café frío no vale la pena, por eso si ves que en algún momento me faltan las fuerzas será porque he salido corriendo a tu encuentro, que yo sólo no sé decir dónde estoy si solamente conozco el punto cardinal del centro de tu ombligo. Allí, he construido una casita, para sobrecogerme y meterle miedo al frío, para que no me pille otro invierno sin manta. Y me perdonarás este secuestro pero, quiero que sepas que no va a ser el último, que con las prisas que te impone esta vida aprendes a abrazar los suspiros que se cortan al verte caminar en sentido contrario a mis pasos, dando saltos para que cada portazo sea un nuevo comenzar. Sin nada que esperar, porque hay cosas que vienen sin antes llamar. Si no me pregunto por qué vivo es porque ya me lo he preguntado tantas veces que he perdido el sentido. 

Éste

Sí. ¿Porqué no empezar con un sí por una vez? Y quizás sea la única de ellas que empiece así, sin embargo no me sorprende, pues por mucho que no creas en las segundas partes, hay veces que los hechos hablan por sí solos y sustituyen a todas las creencias. 

No. Voy a continuar con un no porque no se trata de una luz que se enciende a lo lejos en mitad de la penumbra, He comprendido que somos nosotros mismos quienes irradiamos oscuridad, ¿cómo ocultarlo cuando estamos hechos de ella? Cuesta comprenderlo pero, alguien dijo alguna vez que somos nuestro peor enemigo, y no lo desmiento. El ser humano es tan orgulloso que suele poner obstáculos hasta en el campo más llano, y sin que las llames, las desgracias se presentan de improvisto en tu casa, sin llamar antes a la puerta, cuando decidimos allanar el camino. Es por eso que vale la pena prestarle atención a quien te encuentras andando por las calles de una ciudad igual de perdido que tú, a aquella persona que con una mirada te entiende, y sabe malgastar el tiempo en tratar de evitar todo lo que ha quedado dicho por las lágrimas que corren a contracorriente para saltar del pasado al presente. Si bien nunca he dejado de andar, en la mayoría de ocasiones no ha sido por gusto, y he esperado a que las almas vagabundas de los fantasmas solitarios que aun guardan algo de humanismo vengan a encontrarme, sin esperar nada a cambio. 

En el cajón de los retales de mi vida, se mantienen entre polvo y sangre seca los relatos que contaron los segundos y las horas que pasaban mientras mi pena no minvaba, aquellas fotografías en las que tan solo era una silueta vacía, dibujada con la firmeza de la mano temblorosa de un niño, anclada en cualquier estación imaginaria en ruinas. Y las fotografías pueden quemarse, de echo es lo que solemos hacer cuando intentamos sofocar un fuego con las manos en vez de dejar que se apague solo, sin embargo, esas llamas logran clavarse más allá de nuestra mirada, y las marcas negras que las quemaduras dejan en la piel, serán más difíciles de eliminar que los recuerdos. Olvidar no es una opción. Parece mentira, pero si no hubiera repetido mil y una veces la misma canción no estaría donde estoy, y al andar unos pasos más allá descubres todo lo que te queda por escribir. 

Hoy retomo la pluma y el papel, y vuelvo a retratar las andadas que nunca abandoné. Si el silencio ha sido largo es porque tenía mucho que decir. Hay nombres que se han ido cayendo y sus letras solamente quedarán fijadas en sus tumbas, hay caminos que se han separado por el viento y maldiciones que se han superado a base de tragos. Pero no estoy aquí para tenerlos en cuenta, ni para desesperarme por eso a lo que la gente le gusta llamar "futuro", pues nuestra única certeza, más allá de la muerte, es este instante. Es éste. Éste y no otro, porque al tiempo que voy plasmando estas letras ya se ha pasado el instante del que te hablo, y mientras vas leyendo las descargas eléctricas que salen de mi voz, ya se ha desvanecido. Mas, sigue siendo éste y no otro.