El café frío no
vale la pena, por eso si ves que en algún momento me faltan las fuerzas será
porque he salido corriendo a tu encuentro, que yo sólo no sé decir dónde estoy
si solamente conozco el punto cardinal del centro de tu ombligo. Allí, he
construido una casita, para sobrecogerme y meterle miedo al frío, para que no
me pille otro invierno sin manta. Y me perdonarás este secuestro pero, quiero
que sepas que no va a ser el último, que con las prisas que te impone esta vida
aprendes a abrazar los suspiros que se cortan al verte caminar en sentido
contrario a mis pasos, dando saltos para que cada portazo sea un nuevo
comenzar. Sin nada que esperar, porque hay cosas que vienen sin antes llamar. Si no me
pregunto por qué vivo es porque ya me lo he preguntado tantas veces que he
perdido el sentido.
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