Resulta curioso el temor al miedo que nos surge a los seres humanos, ese mismo que en los momentos clave de la vida nos hace sentir tan pequeños. Supongo que sin esas sensaciones no podríamos entender la diferencia entre salir a comprar el pan como cada día y enfrentarse a algo realmente importante. Y lo peor, es que de nuevo nos vence la estupidez, ya que sólo pensamos que las catastrofes pueden ocurrir en esos días claves, cuando están ahí todo el tiempo acechándonos, detrás de cada esquina y en cada bocanada de aire que inspiramos (¿O acaso crees que sólo los fumadores mueren al respirar?) Estamos condenados a la muerte desdel minuto cero en que nuestros pies salen del ombligo de nuestra madre.
Nos falta consciencia, mucha consciencia, porque no seremos eternos, porque quedaremos reducidos a cenizas tarde o temprano, al acabar este viaje por la vida que nos ha tocado vivir, volveremos a empezar. ¡Pero claro, cómo se me había podido haber pasado por alto durante unos segundos lo egocéntricos que somos! No tenemos la capacidad de ver más allá y de darnos cuenta de todo lo que hay fuera de las paredes de nuestra piel. Sé que es complicado, pero en eso, en complicarnos, también somos unos expertos, ¿así que por qué no intentarlo?
No podría estar más de acuerdo con el gran Nietzsche al afirmar que todo tipo de conocimiento es interesado, sino de qué sabríamos todo lo que hoy sabemos. Sin embargo, aun queda mucho por averiguar; todo aquello que no se quiere que se sepa, eso es lo que marca la diferencia. Reafirmo que, si algo de lo que hoy conocemos no nos hubiera incumbido a nosotros por en medio en algún aspecto, no lo sabríamos, de la misma manera que, lo que más nos incumbencia queda disimulado entre un complejo entramado de entretenimiento a fin de crear seres inhumanos.
Dime si sabes qué pasará dentro de una hora, si conoces exactamente que estarás haciendo de aquí a un año o dos, ¿puedes concretarme que algo de lo que te ha pasado es cierto? Yo no puedo; me declaro humana.
La misma bendita incertidumbre que deja las cosas al azar es la que nos consume por dentro. Sí, dudar se incluye en la lista de requisitios para presentarse como candidato a habitante de este mundo.
Son esas dudas las que nos hacen dislocarnos la cabeza y jugar a lanzarla desde lo más alto del acantilado del delirio, poniendo el corazón atado a una cuerda junto a ella, para que, al caer en el mar de la incertidumbre, nuestra cabeza se hunda por el peso del corazón y no haya espacio para la salvación.
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