Sé que no soy la primera ni seré la última guerrera. Sé que, aunque muchas veces haya querido abandonar con todas mis fuerzas la carrera, ahora estoy aquí. Y por casualidad o no, quiero seguir, voy a seguir. La única fuente de apoyo la tengo dentro de mi corazón, y a pesar de que las apuestas jueguen en mi contra, en algún lado sé que se esconde una puerta que me está esperando. No sé si estoy en mi camino, o si de tantos senderos que he ido encontrando se han cruzado todos y ahora no sé por dónde ando. Lo que sí sé es que mi corazón lo tiene muy claro. Le da igual que vayas armado y me dispares, porque te juro que después de todo este tiempo, duele más el silencio que tus balas de hierro. Además, mi corazón las sabrá encajar, porque desde que no te veo se ha formado un hueco, y al menos con ellas estaría completo. Sé que no soy la mejor, y que me costaría serlo, pero basta con que me hagas un gesto para dejarme la vida en ello. Y es que a veces pienso, que todas las palabras que escribo se las estoy regalando a la nada, porque podría adivinar con certeza que jamás podrás verlas, ni querrás. Pero todos mis temores se disipan al recordar tu mirada. Hay veces en que me cuesta diferenciar lo que es fictício de lo que es cierto, pues te siento tan lejano que parece que este sentimiento haya salido de un cuento, y yo sea la princesa que cae enredada bajo el malefício de una hada malvada que solo quiere verme sufrir con los efectos que me provoca la distancia. Siento que tú mejor respuesta a mi llamada es la indiferencia, y no te lo discuto, sé que puedo llegar a ser una carga demasiado pesada. Pero cuado amas, nada de lo que haces te parece suficiente, siempre estás dispuesta a dar más y te empeñas en ser mejor, poque aunque tú no quieras, ya no dependes de tí, sino de la otra persona, que ahora se ha colado en tus pensamientos y sabes que todo lo que haces, lo haces por ella. Por eso la única esperanza que me queda es creer, creer que eres todo cuanto toco, creer que estás en cada bocanada de aire que me recuerda que sigo respirando, que sigo viva, y que apesar de que te hayas llevado un pedazo de mi vida, tengo que seguir adelante. Las casualidades no existen, así que desdel primer instante en que te ví supe que estabas hecho para mí, quizás no para que te tuviera, pero sí para que mi alma te perteneciera. Y haciendo cuentas, aunque no me salgan porque me faltas, no han cambiado tanto las cosas; tú sigues perdido, siguiendo tú camino, y yo sigo aquí, en el mismo sitio, no sé dónde exactamente, entre la locura y el deliro, perdiéndome por encontrarte. Me doy cuenta de que nada tiene sentido, sin embargo todo está unido. Todo es tan relativo. La realidad parece acecharme, pero ya no le temo, he aprendido a asumirla, porque aunque no me guste siempre estará ahí. Pero no me callaré. Y gracias a ella, mientras exista, será la fuente de insipración de las olas que nazcan y mueran en este mar revuelto, que aunque se levanten en cada tormenta queiendo salirse, no podrán escapar. Una realidad tan cruda y cierta como que te quiero, que por tí sería capaz de parar al mundo entero aunque sé que no puedo, y no te tengo. Dolía menos cuando te tenía a mi lado, sentado en el suelo, mirando el cielo con una copa tras otra en la mano. Las horas se nos fueron pasando, y la luz de las estrellas se hacía cada vez más larga para que al final nos quemara la cara. Sin enterarnos de nada, sonriendo. Hubiera regalado todo mi anterior tiempo sólo para que ese segundo hubiese sido eterno. Felicidad, eternidad, infinidad, casualidad... mitos que hacen que los minutos pasen más amenos. Necesitamos creer, creer en nuestros sueños. Porque aunque la esperanza se nos escape entre las manos, algún día mirando hacia atrás hablaremos de logros, porque entoces nuestros sueños serán otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario