Somos completos materialistas, necesitamos del dinero para
consumir constantemente, porque estamos poseídos por cualquier máquina que
emita luces y sonidos, somos marionetas del destino que nos movemos a un mismo
compás. No sabemos vivir solos, pero a veces se nos hace cuesta arriba vivir en
sociedad. Somos crueles amigos, y perfectos enemigos de todo el mundo, incluso
de nosotros mismos. ¿Es por miedo? ¿Es por vicio? ¿Será por envidia? ¿O por
odio? Las preguntas de siempre se repiten a lo largo de la historia, y aunque
todo el mundo opine sobre ellas, nadie saca nada en claro, pues yo aun estoy
esperando las respuestas. Nos tiramos toda la vida hablando de caminos que ni
si quiera existen, de metas, de la eternidad, de qué habrá más allá… Comenzamos
la vida como algo obligado, y cuando tomamos consciencia de que estamos en
ella, nos empezamos a cuestionar nuestra existencia. Somos seres indomables,
que tan solo piensan en acaparar más y más. Las ansías de crecer nos corroen,
hasta tal punto que olvidamos quiénes somos y nos dejamos llevar por quien nos
gustaría creer que somos. Pero dime ¿En la balanza qué pesa más, si la ambición
por ser mayor, o la ingenuidad de volver a ser pequeño? Porque sin duda daría
todo por contar el tiempo hacia atrás. Ser niños otra vez y no pensar en nada
más, no saber cuál es nuestro lugar, porque tampoco necesitamos tener uno.
Estar aquí y allá, y que nuestra imaginación supere a la realidad, para que
juntando trocitos de todos lados los hagamos realidad.
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Imágen extraída de: aquí. |
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