No soy perfecta. No soy
nadie. Soy humana.
Un cuerpo que empieza y acaba cuando se levanta de su cama.
Tengo
un alma dentro. Mi reto es sonreír, reír a carcajadas hasta decir que soy
feliz. No quiero ver como sufre mi alma, ni como mi corazón le acompaña. Porque aunque se crea que la felicidad es un mito, sé que en algún lugar
está escrito cómo conseguirla, porque todo está escrito, no en un libro ni en
una simple ley, si no en cada latido de nuestro corazón.
He llegado a entender,
mucho antes de leer sobre el tema, que tengo un alma, un cuerpo y un corazón, y
que a pesar de que éstos tres sean independientes
entre sí, uno solo no podría existir sin los demás.
Ingenua de mí, caí en tu trampa, no sé si la pusiste tu ahí, tan sólo sé que te
cruzaste en la misma plaza dónde yo estaba sentada en la repisa de aquella
ventana.
No te conocía, y aun así pasaste a ser la razón
más importante de mi vida. Y aun ahora me cuestiono cómo puede llegar en
un segundo un desconocido y hacer que todo cobre sentido, porque ese cuerpo,
esa mirada y el conjunto de aire que lo rodea cada vez que da un paso, se
convierte en todo lo que quieres.
En lo único. En lo que amas. En ese
escalofrío. En ese dolor de estómago. En esas miradas perdidas hacia el
horizonte, que sabes que jamás las recuperarás, pero sin importarte sabes que mantendrás
tus ojos lejos de donde está tu cuerpo ahora, porque cada vez que alejas tu
mirada estás intentando llegar a ver su cara. Y aunque no puedas, ya tienes en
tu mente clavada esa faz, por la que todo es precioso y mortífero a la vez.
Pero no trates de buscarla, porque la distancia no juega de tu parte, pero la
imaginación sí. Porque el poder más grande que tienen las personas es el saber
imaginar. Se encuentra todo en la mente. Incluso todo aquello que no podemos
descifrar, el subconsciente ya lo sabe.
Intento hundir mis ojos cada vez más en ese foco de luz ardiente que quema mi
mirada, para poder entre sus reflejos, ver tu figura sonriente, y que me
devuelvas la mirada. Y aunque sé que no puedo, aunque me esté esforzando por
nada, me quedaré mirando hasta que la retina de mis ojos de derrita y me quede ciega.
Ciega, puede que ya lo esté, porque sólo tengo una cosa clara: has sido lo más
duradero que aun permanece entre el agua y el cielo de este mundo.
No hablo de la Tierra, no hablo de países
lejanos ni de cuentos, tampoco de paraísos tropicales en los cuales el sol no
se pone ni cuando se hace de noche; hablo de la inmensidad de mi persona. De mi
alma, que aun te añora y de mis ojos que cada día te lloran.
Y es triste que, beber 10 copas sea la excusa perfecta para decirte que me
muero si me tocas.
En este juego no hay
excusas que valgan, en este juego sólo vale la verdad, que tú estás lejos pero
yo te sigo viendo en todos los reflejos.
¿Hay algo que pueda hacer? Es más,
¿Hay algo que pueda hacer y que no esté haciendo?
Sí, obviamente… ¿Y entonces qué
estoy haciendo?
Te recuerdo. Te sigo
pensando. Me acuesto llorando. Me levanto soñando.
Persistes como un náufrago que se aferra a su tabla de madera en mitad
del océano, pero ni eres un náufrago ni mi mente es un océano. Tan sólo somos tu y yo.
Inventando lo que no podemos tener, queriendo lo que no podemos tener.
Soñando lo que deseamos. Amando lo imposible. Deseando lo que no tenemos. Y
muriendo por causas que desconocemos. Buscando respuestas a todas la
explosiones que nos sobresaltan en la vida.
¿Y de qué nos sirven tantas preguntas y tantas dudas?
Si ha sido el nacer de una estrella, ya jamás volveremos a saber de ella, ese instante
jamás se volverá a repetir, son momentos únicos que solo se logran mantener con
el recuerdo, pero el recuerdo empieza en el mismo momento en que la imagen
muere, y por mucho que tratemos de describir cómo pasó, no podemos hacer que
vuelva a ocurrir.
Si se han llevado por delante vidas, ya no las lograremos recuperar, a pocos
les importará, la verdad, y a los pocos que les llame la atención en dos días
habrán pasado página.
Si intentamos hacer
justicia se nos cortan las alas, y si destacamos se nos asigna un papel en la
función, y debemos aprendernos a raja tabla el guión que nos dan, porque si no
seremos castigados.
¿De algo sirven las palabras? Sí, pero tienen que estar bien dichas y ser
escuchadas.
Porque mucha gente dice la verdad, pero nadie les hace el caso necesario, así
que hay que buscar esa pieza clave que desmonte el puzzle.
Le tenemos más miedo al
miedo del miedo, que al propio miedo.