sábado, 10 de enero de 2015

Improviso un lienzo en blanco

Improviso un lienzo en blanco. Yo fui la que no leí las instrucciones antes de venir, simplemente porque tampoco me las dieron, y créeme, sólo se te ocurre buscarlas cuando ya estás aquí. La de la vida es una forma muy peculiar de pensar, tanto, que acaba contigo. 
Suele suceder que solamente seamos capaces de entregar el cien por cien de la pasión que corre por nuestras venas a nuestro contrario, convirtiéndonos así en el único antagonista de este combate diario. Guardando y envainando las espadas que ayer curaban, pero que hoy parten en trocitos las lágrimas de hielo que cortan el sudor frío de unas cenizas apagadas, vamos amando lo que nos envenena. Incapaces de satisfacernos con lo sano, anhelamos un soplo de locura que arroje unos gramos de alegría sobre el triste teatro del cielo. ¿Cómo ocultar el instinto kamikaze que nos define por naturaleza? Por mucho tiempo que se mantenga callado, el silencio no hace el olvido; me faltarán segundos para ir corriendo a depositar mis manos sobre la roca ardiente sólo habiendo inspirado una brisa de humo, sin cruzar una palabra sabré la posición del volcán porque él y yo seremos uno.

viernes, 9 de enero de 2015

12 lápices

Caos en París, la ciudad del amor se ha convertido en la capital de la guerra, y yo, me sigo derritiendo por ver tu sonrisa. Al final acabaré por creerme que el futuro no está en nuestras manos, y que nos dibujan las manos de los políticos para que las sonrisas que hay detrás de los dólares de Walt Disney nos conviertan en marionetas en 3D manipulables a su antojo. 

Hoy todos somos Charlie, hoy cojo un lápiz para escribirle versos rotos a una utópica libertad que no llega. “¡Menudos locos!” “Pobres policías…”, son las palabras que más resuenan estos días. Pero aún peores son los idiotas que piden muerte a los fanáticos de una religión diferente, habiéndose bautizado, comulgado y confirmado por la iglesia, a la misma que le concedieron el don de casarse, como buenos cristianos. 


Me repudia la humanidad con su histérica vanidad de dejarse llevar por las masas. “¡Cuántos más seamos mejor!” Sí, eso dijo Hilter en el Holocausto. ¿Que prefieres leer antes que creer? Pues a la hoguera con tus libros, por el poder de la Santa Inquisición y hágase la voluntad del Señor. Somos nosotros, los perseguidos por el nazismo, que de tanto amar a Palestina la penetramos un poco más cada día. París… París es un soplo de aire fresco comparado con la historia del mundo, pero es  patético tener que seguir hablando del mismo cuento en pleno siglo XXI. El asco que siento es tan grande a la hora de aceptar que la órbita de este planeta ha girado siempre hacia el odio, que me dan ganas de sacarme los ojos. La humanidad seguirá destrozándose mientras siga cayendo en el fanatismo, en el nacionalismo o en el racismo, que al fin y al cabo, son lo mismo. Pero no esperes que el Vaticano se venga abajo; se lavará las manos, como siempre. La roña los pobres que se desvanecen por el lavabo, y el jabón los soldados. Dibujemos el retrato de los doce periodistas muertos con balas de kalashnikovs, Ala nos enseña que con sangre las cosas entran mejor.

jueves, 8 de enero de 2015

Los desgarros de la sospecha

Hoy tomaré un trago de saliva por cada beso que no te daré esta noche, y quizás le ponga algo de entusiasmo con polvos mágicos a alguno de esos tragos para celebrar los besos que tú sí vas a dar a otros labios. No sé de dónde viene esta sensación, pero con sentirla me basta, porque si supiese algo más me mataría la misma incertidumbre que ahora me abrasa. No tengo ni idea de quién será la culpa, ni quién moverá la siguiente ficha hacia delante, porque está claro que el juego ya ha empezado, y si alguna vez parecía que se había parado, era solamente para coger más impulso para la segunda parte. Me tocará perder otra vez. Ya no me lo pregunto, porque sé el final. Me podrás engañar una vez por cada pestañeo, como haces de costumbre, pero el que más se engaña aquí eres tú. Sabes que me iré. No enterraré sueños que han sobrevivido a tsunamis y huracanes por el cavador de huecos orgulloso de ser quien les lanza la arena encima para que jamás puedan volver a sacar la cabeza para respirar. Mi estómago ya está destrozado, así que por un poco más de daño no le va a pasar nada, al contrario, si se rompe habré logrado reventar antes que tú. Sé que no somos parecidos ni en el blanco de los ojos, que mientras yo atrapo las palabras que deja caer la inspiración sobre mis pestañas al verte delante de mí o entre mis brazos, tú planeas cómo respirar y piensas en la dirección que tomará tu nuevo peón. No pretendo quitarte del medio el mundo que gira a tu alrededor, pero comprende que desde los primeros días sentí la misma sensación que hoy. Y aunque tampoco pretenda arrebatarte todo lo sentido, sí quiero que seas mi amigo. En primer lugar, no soy quien para hacerte borrar algo que caló en su momento hasta el interior, y en segundo lugar, yo he sentido también hasta sangrar, por eso no recomiendo bajo ningún concepto olvidar.

Es inevitable pensar que los fantasmas del pasado se pueden convertir en carne y hueso en el giro de cualquier esquina. Porque quizás no son del pasado, quizás aún están estancados en un presente cercano, y aquí, en las calles mojadas de una ciudad que se ilumina por las luces de los pedacitos de corazones marchitos de tanto esperar, no por las de las farolas, no funcionan las gomas de borrar. No creas que eres el primero en esto, por eso creo que ya voy haciendo un currículum lo bastante completo como para que me dejen pasar por las puertas del infierno. No, no te daría la satisfacción de serlo. Eso, no es que se lo merezca pero bueno… así salen las cosas de la vida… Ese honor se lo cedo a alguien de verdad, que no me apetece citar.
No sé si eres la continuación de un capítulo manchado de perdiciones o sí eres el reverso de una página a medio escribir. Pero estás escribiendo sobre mí. Ni siquiera te pediré consideración hacia mí, sé de lo que eres capaz aunque me lo quieras mentir. Expláyate, no habrá pruebas que lo puedan demostrar, que si te salió bien una vez ¿qué más da una más?

Me revienta comportarme así, lo pienso fríamente y debería confiar en ti, pero no lo hago, y no sólo eso, si no que sería capaz de poner una bomba a cien km a tú redonda.
A pesar de no estar hechos de la misma pasta que recubre los sueños, tenemos algo en común; el dolor. Por eso, después de cada punto y seguido, continuo dejándome llevar una vez más, sin saber dónde me dejará la coma de esta frase; si en mitad de la autopista o en un barco a la deriva. Pero ya no me asustan las decisiones suicidas, he aprendido a que me dominen, y ahora sólo sé vivir con ellas como únicas compañeras de viaje, dejándolas ser el copiloto de esta nave que vuela sin gasolina, porque la sangre a veces nos hace llegar más allá de lo que el fuego haya logrado en toda la historia de la combustión llegar.

Me revienta tu actitud. No sé si temblar, sonreír o darte una bofetada en toda la cara al verte. Sí, tienes razón cuando me dices al oído que cada momento es una odisea conmigo, de eso no te puedo culpar pero, odio cuando dejas las cosas pasar. Es como si mientras ignoraras cada una de las oportunidades que pasan a buscarte las matases con tu soberbia, y mil palomas cayeran en picado perdiendo el vuelo por tus ojos sin saberlo. Destrozas los sueños para crear unos nuevos, y te sientes orgulloso de ello. Pero la rueda no deja de girar, siempre en la misma dirección, siempre igual. Sé que por mucho que me plante delante de la rueda y la haga frenar con mi cuerpo, no vas a cambiar. Otra curiosidad del ser humano es la de mantenerse innato eternamente durante lo que la vida dure.  Y eso es aplicable tanto a ti, como a mí, como a las cientos de personas que nos lanzan miradas indiscriminadas mientras caminamos sonriendo por la calle. La gente no cambia. Por mucho ahínco y dedicación que le pongas, caerás de nuevo en tu propio yo, no vale la pena fingir ser alguien diferente, ni ponerte una careta. Es más, por muchas razones que te den para cambiar, o por mucho que te induzcan a hacerlo, deberíamos tener un poco más de amor propio y no permitir que nos tergiversen el único milímetro que nos define.


Me revientas tú, me consumes la inspiración. En momentos de soledad haces que me corra mientras escribo letras sin sentido que me hacen perderme entre el abismo de los impulsos nerviosos que produces en mi cuerpo, al son de ritmos caídos en el combate imaginario del soliloquio de mi impotencia.  Mientras que a tú lado soy Napoleón en Waterloo, Hitler en su búnker de Berlín o Luís XVI decapitado al sol de París. Es por eso que creo en la bipolaridad que viene de serie con cada recién nacido, capaz de recordar el olvido y de amar lo envenenado, de desear lo prohibido y de odiar lo adecuado, y de llorar por un futuro que aún no está inventado. 

Reflexiones de una sonámbula diurna

Lo sepamos o no, lo neguemos o no, seamos conscientes o subconscientes o incluso inocentes creyendo que tras caer por el precipicio se acabarán nuestros males; no somos seres racionales, porque nos cuesta decidir a mares secos. No esperes que una vela bien alzada logre soportar el soplo enfurecido de los vientos que quieren verte caído en altamar, puede darte esa impresión en un suspiro de ilusión y de emoción, en un segundo de valentía, pero no, amigo mío quiero que sepas, si la vida no te lo ha enseñado antes o por si acaso ya no lo recuerdas que, si sigues en pié es para reinventarte. La vida es dolor, cada paso es una aguja directa a tu corazón. No te voy a engañar  si llegados a este punto sospechas haber perdido por el camino más de lo que jamás alcanzarás a recuperar, tus ojos conocen la respuesta. Nadie sabe lo que cuesta curar las heridas que se esconden tras el roce de la brocha helada sobre una piel que arde en pleno corazón, nadie, porque tampoco nadie nunca lo ha logrado.

Sin embargo, por esos giros inesperados que tiene la vida en la que nos ha tocado pasar el rato, de vez en cuando recuperas la maldita esperanza, la misma que te ha hecho intentar recoger con la lengua los pedacitos de alma que se han quedado a tu lado repartidos por el suelo entre unas baldosas de cerámica que antes brillaban y ahora más que nada se esconden entre las grietas que han dejado tus tacones a medio usar. Crecer, crecer  a base de andadas y de ostias bien o mal dadas, pero al fin y al cabo recibidas, y ya que fueran todas en la cara, porque entonces tendríamos suerte de que todo el mundo viera cuánto duele caminar por esta vida sin más salida que la muerte, pero no, las ostias que más duelen son las que se clavan dentro, las que no se ven porque de tanto que pesan se escurren por entre las venas, llegando a paralizar arterías que, si ya de por sí no eran de confianza a la hora de funcionar adecuadamente, ahora ni siquiera se molestan en ponerse en marcha para bombear un corazón intermitente.

Es duro, como el sonido del asfalto rasgando el músculo del pecho al ritmo de un chorro de sangre, puede incluso llegar a resultar cruel, como el llanto de un bebé abandonado en cualquier contenedor, pero hay cosas que ya están decididas antes de nacer. 
No recuerdo si mi destino me presentó alguna vez su tarjeta de bienvenida quitándose el sombrero y dándome su dirección con una sonrisa por si tenía alguna duda, o si fui yo la que, convencida de que mis manos podrían pintar sobre un lienzo en blanco lo comencé a imaginar.
Siempre se me da mejor lo contrario a lo que debo hacer, curiosidades, no casualidades,  del ser humano que no lograré entender.  ¿Acaso hay algo que entender? ¿O somos nosotros quienes creyendo que podemos dominar cualquier pensamiento que se haya creado o que alguna vez haya existido necesitamos comprender?


Nada. En la soledad no hay nada. En el vacío no hay nada. Y nada es lo que sobrevivirá de nosotros cuando se esfume el polvo de nuestras cenizas, ni si quiera el recuerdo es eterno. 

Ardiendo pasiones

Estaba mirando el fuego, observando su belleza que hoy parecía algo pobre, que hoy le hacía sombra mi amargura. Ya no sé si tengo la piel dura o pruebo su flacidez con cada herida. Te he imaginado convertido en ceniza, en polvo nada más, y mis huesos se han caído a la vez. No se ha escuchado ningún estruendo porque se han deshecho antes de chocar contra el suelo para fundirse contigo en el fuego. El dolor es sentir que te vas mientras yo me quedo. 

Café y manta; tú eres mi casa

El café frío no vale la pena, por eso si ves que en algún momento me faltan las fuerzas será porque he salido corriendo a tu encuentro, que yo sólo no sé decir dónde estoy si solamente conozco el punto cardinal del centro de tu ombligo. Allí, he construido una casita, para sobrecogerme y meterle miedo al frío, para que no me pille otro invierno sin manta. Y me perdonarás este secuestro pero, quiero que sepas que no va a ser el último, que con las prisas que te impone esta vida aprendes a abrazar los suspiros que se cortan al verte caminar en sentido contrario a mis pasos, dando saltos para que cada portazo sea un nuevo comenzar. Sin nada que esperar, porque hay cosas que vienen sin antes llamar. Si no me pregunto por qué vivo es porque ya me lo he preguntado tantas veces que he perdido el sentido. 

Éste

Sí. ¿Porqué no empezar con un sí por una vez? Y quizás sea la única de ellas que empiece así, sin embargo no me sorprende, pues por mucho que no creas en las segundas partes, hay veces que los hechos hablan por sí solos y sustituyen a todas las creencias. 

No. Voy a continuar con un no porque no se trata de una luz que se enciende a lo lejos en mitad de la penumbra, He comprendido que somos nosotros mismos quienes irradiamos oscuridad, ¿cómo ocultarlo cuando estamos hechos de ella? Cuesta comprenderlo pero, alguien dijo alguna vez que somos nuestro peor enemigo, y no lo desmiento. El ser humano es tan orgulloso que suele poner obstáculos hasta en el campo más llano, y sin que las llames, las desgracias se presentan de improvisto en tu casa, sin llamar antes a la puerta, cuando decidimos allanar el camino. Es por eso que vale la pena prestarle atención a quien te encuentras andando por las calles de una ciudad igual de perdido que tú, a aquella persona que con una mirada te entiende, y sabe malgastar el tiempo en tratar de evitar todo lo que ha quedado dicho por las lágrimas que corren a contracorriente para saltar del pasado al presente. Si bien nunca he dejado de andar, en la mayoría de ocasiones no ha sido por gusto, y he esperado a que las almas vagabundas de los fantasmas solitarios que aun guardan algo de humanismo vengan a encontrarme, sin esperar nada a cambio. 

En el cajón de los retales de mi vida, se mantienen entre polvo y sangre seca los relatos que contaron los segundos y las horas que pasaban mientras mi pena no minvaba, aquellas fotografías en las que tan solo era una silueta vacía, dibujada con la firmeza de la mano temblorosa de un niño, anclada en cualquier estación imaginaria en ruinas. Y las fotografías pueden quemarse, de echo es lo que solemos hacer cuando intentamos sofocar un fuego con las manos en vez de dejar que se apague solo, sin embargo, esas llamas logran clavarse más allá de nuestra mirada, y las marcas negras que las quemaduras dejan en la piel, serán más difíciles de eliminar que los recuerdos. Olvidar no es una opción. Parece mentira, pero si no hubiera repetido mil y una veces la misma canción no estaría donde estoy, y al andar unos pasos más allá descubres todo lo que te queda por escribir. 

Hoy retomo la pluma y el papel, y vuelvo a retratar las andadas que nunca abandoné. Si el silencio ha sido largo es porque tenía mucho que decir. Hay nombres que se han ido cayendo y sus letras solamente quedarán fijadas en sus tumbas, hay caminos que se han separado por el viento y maldiciones que se han superado a base de tragos. Pero no estoy aquí para tenerlos en cuenta, ni para desesperarme por eso a lo que la gente le gusta llamar "futuro", pues nuestra única certeza, más allá de la muerte, es este instante. Es éste. Éste y no otro, porque al tiempo que voy plasmando estas letras ya se ha pasado el instante del que te hablo, y mientras vas leyendo las descargas eléctricas que salen de mi voz, ya se ha desvanecido. Mas, sigue siendo éste y no otro.