Porque tus ojos gritan el repertorio de mares que te hubiera gustado surcar, y de los que reniegas navegar por quedarte un suspiro de más conmigo. Y así poder explicar que las gaviotas tienen la culpa de que las alas del viento no quieran volver a volar sin sentir que lo que las impulsa no es otra cosa que tu aliento.
De carne o de cera, llámeme como usted prefiera, que nunca un loco enamorado de semejante doncella murió más por la locura que albergaba en sus venas que por cuerdo.
Mas aquí sigue un alma encerrada que de tanto reconstruir tu silueta cree ver cuervos donde antes se apoyaban tus pechos. Ya no hay lechos ni techos que consigan acabar con la pobreza de una mente inerte, de un cuerpo que acepta venderse a la gravedad cada vez que puede por cuatro perras.
Que vale, que sí, que el colchón ladeado por culpa de la lámina rota del somier que lo soporta, me recuerda cada vez que me acuesto, que no fue solo un sueño, que hubo un terremoto sobre estas cuatro patas de hierro que aguantan a duras penas esta balanza desequilibrada que siempre acaba hacia el mismo lado decantada, y me demuestra que, de las mejores ocasiones se puede salir con la piel a moratones, que hasta el mayor de los placeres, (dormir), puede quedar eclipsado y narcotizado durante días gracias al chute de adrenalina que provoca mezclar la esencia de dos almas en explosión al ritmo que marcan los gemidos de las gotas de sudor, y no de lágrimas, que dibujan cascadas imaginarias sobre nuestras espaldas desnudas, rojas, y, arañadas de ganas de probar a qué sabe el éxtasis, de provocar al mundo entero con la desfachatez de follar sin máscara, a pelo, con la ventana abierta por si superábamos la temperatura de las cámaras de gas y la vida ardiendo, sacándo lava por cada poro de piel que nos empapa un vacío sin vaso del que rellenar cuando el sudor se vuelva rocío.
Qué bonitos los relatos Alicia.
ResponderEliminarMuchas gracias Maríus.
EliminarA ti por escribirlos y poder disfrutarlos jeje
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