Si buscamos tristeza, somos capaces de encontrarla hasta en
el fondo de un vaso. Aquí, tanto las excusas como las prisas sirven de muy
poco, y sin embargo, las consumimos a contracorriente, como si del último trago
se tratase.
Corazón no te desgastes todavía, que faltan muchos días por
quemar y cigarrillos que matar entre charcos de emociones mientras sostienes el
alma con un dedo, entre el suelo y el cielo.
Somos esclavos de la nada, tan dispuestos a desmontarnos y
tan complejos al reconstruirnos ¿pero qué esperas? Si no existe manual para
unir tantas piezas.
Nuestras cabezas flotan en mares de ideas, y son ellas, no
nosotros, las que secuestran nuestra voluntad para salir a respirar.
Inspiro. Suspiro. Inspiro. Suspiro. Todo sigue un ritmo en
esta ciudad. Como mecanismos, estamos programados para engrasarnos las tuercas
cada vez que perdemos el hilo del compás.
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