domingo, 29 de noviembre de 2015

Descomponiendo

Tengo casi dos días de música.
Un cuentagotas de palabras vacías.
El cenicero lleno y algo de sangre entre alcohol.

Veo el reflejo de la luna estamparse contra el cristal
de una ventana destartalada de tanto temblar.

Mis poemas ya no quieren rimar.
Declarada la guerra, ya no hay pacto bilateral.

Y mis rojos se desvanecen hasta posarse en mis ojos ,
y así destruir a pestañas las balas que perdí por ti.

Pero no apures, que aún no ha habido ser
que de esta montaña rusa me haya visto caer.


No me duelen los círculos trazados a mano alzada
ni los poros de una piel desgastada, me pesa en el alma
que se rindan las palabras creyendo que el mejor incendio es el silencio,
creyendo que ya no queda tiempo para inundar el universo de dudas.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Girando en plano

Ya hemos pasado por esto, la decepción nos ha lijado un centenar de veces con su furia, y a pesar de ello, no lograremos detener a la 101. Masas de carne que aparentan sentir lo que contradicen al sacar su lengua a pasear por los confines de un mundo mutilado. Tratamos de tender puentes sobre ríos secos, creyendo que nunca se apagará el sol. Antes de presionar una tecla, sabemos que el punto le pondrá fin al espacio.

Ya hemos pasado por esto.
Ya lo hemos hecho.
Y ahora volvemos a hacerlo.

No somos nada

Vuelve a no ser casualidad que aparezca como primera opción la canción que predica el silencio que se ha hecho entre tú y yo. Ninguno de los dos fuimos víctimas. Despuntamos con la fuerza de un ciclón nuestros cuchillos y los lanzamos al aire con el impulso de los truenos de las tormentas de octubre, ahora bajan a buscarnos. Poco o nada que reprocharles. Palabras que pierden su sentido antes de que rocen sus filos. Nadie vence a la furia del viento, a la indiferencia del tiempo, ni a la muerte súbita de un recuerdo. De igual manera que de amor no se muere, que en todo caso se muere de asco.

Asco. Asco y más asco ronda por todas las esquinas del ocaso. Si nos nos encontramos por el bar, ya me encargaré de soñar. Soñar que no nos cortan las alas antes de despegar, y sentir entre ronquidos que no formamos parte de eso que llaman humanidad. Aquí las personas nos matamos por trozos de metal adornados con la cara de cualquier general. Lo único que somos a los ojos de quienes no quieren mirar es el dinero que nos queda. Pero el sueño permanente como estado de vida queda prohibido, por eso invertimos en siestas de medio litro. 

viernes, 13 de noviembre de 2015

Almas de cemento

La maldición que echamos sobre un número resulta tan irracional como gastar una vida en entender el porqué de la muerte sin que sea ella quien primero te encuentre.

Qué bello sería este paseo si permaneciéramos mudos, sordos y ciegos a las llamas que las flechas nos disparan apuntando directamente a la sinrazón en cada azotea, al tratar de volar sin considerar que hemos de hacer el viento soplar. Sólo queda añorar cuando se siente tan de cerca la libertad. Como una roca sobre mi conciencia se desploma el mundo que creo al andar.

Quizás de tanto pintar pájaros azules sobre aceras que no devuelven el canto del llanto de sus lágrimas se nos olvidó lo seco que está el cemento que pisamos.
Quizás el "quizás" se ha marchitado en demasiados de los ojos que leen unas páginas que no lo han nombrado ni una sola vez, y nuestras almas estén condenadas, innatamente, a la inocencia de desprenderse cuando se hieren con su propio hierro ardiente.

No por llover menos la hiedra deja de crecer. Con casas en ruinas y manos desgarradas por el atropello del reloj, se oyen a lo lejos los murmuros de los que llevan días descansando bajo una cruz de hierro al amparo del Sol de invierno.

Ni rojos ni negros eran sus pesares, mas de colores se tiñeron hasta lograr acabar con su vida dentro de un disfraz. ¿Todavía permanecen los charcos frente al hogar?

Jamás podré olvidar todo lo que me queda por conocer.