miércoles, 1 de junio de 2016

Entre asfaltos y nubes



Cierto es que hay sueños que atrapan más fríamente que la pura realidad, y que, de tan pesados que se nos hacen a la existencia, absorben toda nuestra esencia.
Más de un alma daría la mitad de lo que ha sido en un contrato indefinido por poder morir cada día, sin cerrar los ojos, en ellos.  No hay condena para aquellos desgraciados que pisan el cemento creyendo ser de pluma, más que la pena en vena.

Ondeamos nuestras libertades por todas las calles, y aun así, olvidamos saber que sabemos.  
Doler por placer. Y arrugarse al crecer. Para hacer ver que de este largo trago hemos aprendido a beber en copa de cristal. Sin embargo, los grados no huyen; se acumulan.
Y entonces, ya no importa el material del que estén hechos los sacos de nuestros instantes efímeros de eternidad, simplemente estarán llenos. Llenos, pero nunca a rebosar.
Incluso cuando se comiencen a agrietar, se expandirán, abriendo universos paralelos en los que nunca esté demás una copa más.

Ni capricho ni deseo. Instintos que nos hacen avanzar sin conocer a donde vamos a llegar.
Ya que, conociéndolo, perderíamos de golpe todos los sentidos que el tiempo nos deja ir desgastando, descartando, recortando…  

Quizás hayamos ido construyendo nuestra jauría a base de barrotes de humo, que no dejan respirar, creyendo que, cuántos más agujeros cabemos en el suelo, más espacio habrá para los imaginarios en el cielo. Quizás, por eso existan obreras y reinas en esta colmena. 

O quizás los ingenuos seamos nosotros, al llegar a pensar que, de haber tomado otros rumbos, la humanidad, hubiese aparecido en otro punto del mapa señalada. 

Quizás…

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