domingo, 14 de junio de 2015

Dardos al cielo

Fuegos artificiales que describen el preciso y precioso instante de inspiración que logra conectar las fuerzas más extrañamente opuestas hasta fusionarlas para después dejarlas caer al suelo, volviendolas a hacer cenizas, y así lograr que se olviden de que se conocieron.

El resumen de una vida lo contiene la chispa más ligera, aquella que pasa de inapercibida por el pirotécnico, la misma que consigue arrasar un campo entero y mantener a un escuadrón de policías haciendo rebotar la culpa entre el motero descuidado que arrojó su colilla a la hierba pero que casualmente cinco minutos antes aparecía sin humo en la foto del radar y el campesino descuidado,  que aunque nvadie lo viese, ese mediodía quemaba rastrojos a tutiplen. ¿Dime, ahora a por quién?

El fuego ni lo creamos ni lo dominamos, simplemente jugamos a ser sus amos. Lo relacionamos con los sentidos más místicos y pasionales porque nos provoca grandes emociones que hacen que nuestros capilares se pongan en marcha. Aún así, resulta bonito. Es curioso como, la belleza puede surgir dentro de las más mísera hipocresía. Desaríamos ser pólvora y estallar al compás del ritmo que nos marca un corazón tuerto, que de tanto chocarse con los sueños muertos, decide empezar a callar. Ser diamante para que ni siquiera el fuego nos erizara la piel. Ser, al fin y al cabo, lo que nunca seremos.




Cada estallido suena más fuerte que el anterior, y sin embargo, no sabría escoger cuál de todos ellos es el que describe cómo se prendió una mecha a la que habíamos arrojado agua, para evitar que brillara. No te angusties si los dejas de oír por unos segundos, a pesar de que parezcan eternos, volverán. Están descansando para la traca final. ¿Los oyes? ¿No cesan en tu cabeza, verdad? Yo también los oigo. Cada uno lo hace a su manera.

¿Y si fuéramos sólo eso; una bola de fuego intentando evaporar a toda costa los litros de agua que llevamos dentro?


La vida no es más que una carrera a contrarreñoj entre opuestos. Y de sus choques, surgimos nosotros.




sábado, 13 de junio de 2015

Pequeña de las dudas infinitas

Resulta curioso el temor al miedo que nos surge a los seres humanos, ese mismo que en los momentos clave de la vida nos hace sentir tan pequeños. Supongo que sin esas sensaciones no podríamos entender la diferencia entre salir a comprar el pan como cada día y enfrentarse a algo realmente importante. Y lo peor, es que de nuevo nos vence la estupidez, ya que sólo pensamos que las catastrofes pueden ocurrir en esos días claves, cuando están ahí todo el tiempo acechándonos, detrás de cada esquina y en cada bocanada de aire que inspiramos (¿O acaso crees que sólo los fumadores mueren al respirar?)  Estamos condenados a la muerte desdel minuto cero en que nuestros pies salen del ombligo de nuestra madre.

Nos falta consciencia, mucha consciencia, porque no seremos eternos, porque quedaremos reducidos a cenizas tarde o temprano, al acabar este viaje por la vida que nos ha tocado vivir, volveremos a empezar.  ¡Pero claro, cómo se me había podido haber pasado por alto durante unos segundos lo egocéntricos que somos! No tenemos la capacidad de ver más allá y de darnos cuenta de todo lo que hay fuera de las paredes de nuestra piel. Sé que es complicado, pero en eso, en complicarnos, también somos unos expertos, ¿así que por qué no intentarlo?

No podría estar más de acuerdo con el gran Nietzsche al afirmar que todo tipo de conocimiento es interesado, sino de qué sabríamos todo lo que hoy sabemos. Sin embargo, aun queda mucho por averiguar; todo aquello que no se quiere que se sepa, eso es lo que marca la diferencia. Reafirmo que, si algo de lo que hoy conocemos no nos hubiera incumbido a nosotros por en medio en algún aspecto, no lo sabríamos, de la misma manera que, lo que más nos incumbencia queda disimulado entre un complejo entramado de entretenimiento a fin de crear seres inhumanos.

Dime si sabes qué pasará dentro de una hora, si conoces exactamente que estarás haciendo de aquí a un año o dos, ¿puedes concretarme que algo de lo que te ha pasado es cierto? Yo no puedo; me declaro humana.

La misma bendita incertidumbre que deja las cosas al azar es la que nos consume por dentro. Sí, dudar se incluye en la lista de requisitios para presentarse como candidato a habitante de este mundo.
Son esas dudas las que nos hacen dislocarnos la cabeza y jugar a lanzarla desde lo más alto del acantilado del delirio, poniendo el corazón atado a una cuerda junto a ella, para que, al caer en el mar de la incertidumbre, nuestra cabeza se hunda por el peso del corazón y no haya espacio para la salvación.