viernes, 30 de agosto de 2013

Sirenita de mar

En una botella está encerrada una sirena. Trata de nadar, pero no sabe que es agua dulce. Salta y salta, pero no logra llegar a ver la luna llena. Llora desconsolada y sus lágrimas trazan el recorrido de su melena, porque echa de menos a su marea. Pasa las noches en vela, soñando con los ojos abiertos que deja de ser prisionera.
La herida "del arpon" en su cola es lo que menos le duele, pues tiene un gran agujero en el corazón que cada día tiñe de rojo las paredes de ese cajón.
Se ahoga entre sus propios suspiros.
Se han enmudecido sus gritos. No quedan balas ni metrallas por el suelo esparcidas, tan solo la marca de unas manos envejecidas que se quedaron un día en la pared clavadas. A su lado vió, una rosa cabizbaja, y le alivió el pensar, que no era la única que se marchitaba. Contó más de mil veces su cabeza estrellada contra aquella botella, hasta que en el último estallido se derramó todo su contenido. Y sintió vivir y morir a la vez; pues la rosa que con el tiempo se había convertido en su más preciada amiga, estaba renaciendo, mientras ella en silencio se iba deshaciendo.